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Emancipar la música del machismo: El mea culpa de la cultura musical chilena y el rol de la mujer.


2019-01-03 Dejar un comentario

 

A mediados del año pasado, asistí a una mesa de conversación de compositores chilenos que ejercen docencia en universidades. Lo que nos convocaba en aquella oportunidad era hablar sobre la enseñanza de la composición en Chile.

 

Durante el tiempo de preguntas a quienes presidían esta mesa, se destacaron aquellas que buscaban reflexión sobre la poca presencia de mujeres chilenas en el ámbito docto, y en la composición académica en general. Todos respondieron: “Debe ser la falta de interés”. Incluso Eduardo Cáceres, que ha sido acusado numerosas veces de acoso a estudiantes mujeres – Fuente (leer aquí). últimamente en la Universidad Católica de Valparaíso – completó la reflexión diciendo “El error de la mujer es intentar parecerse al hombre”, en contexto de que según él, todas sus alumnas preferían la música popular tras no poder desarrollarse en el campo de la música docta.

 

Parto contando esta anécdota de tintes profundamente faranduleros, para extraer una reflexión que desde hace mucho nos viene pidiendo a gritos un cambio en las formas y en los fondos de la creación musical. Es por eso que hoy, 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer), quiero proponer esta reflexión haciendo caso a las mujeres que hoy luchan. No pretendo invadir espacios, ni hacerme protagonista. Sólo quiero realizar el Mea Culpa que es necesario y que no se ha hecho, con el fin de emancipar nuestro arte de los cánones patriarcales.

 

 

La visibilidad de la Mujer Compositora en Chile.

 


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Cecilia Margaño, pianista y académica de la Universidad de Chile, en algún momento declaró: “falta un espacio en la institucionalidad y educación para que las jóvenes puedan dedicar su energía en formarse, componer y encontrar la felicidad en la música”.

 

Efectivamente, la presencia de literatura musical sobre el legado femenino de tradición oral, popular o escrita es prácticamente escaso en nuestro país. Esto tiene que ver con que los estudios sobre género y la musicología aún no se han fusionado de forma potente, ni han contado con el análisis y reflexión dignos de una era que hace suya la discusión sobre sexo, género y sexualidad. En otras palabras, como señala Guadalupe Becker

 

 “La investigación sobre artes y género en Chile presenta la gran dualidad que surge al enfrentar la deuda histórica de falta de bibliografía, y al mismo tiempo, la necesidad de plantear la discusión acerca del feminismo como parte integral del pensamiento contemporáneo” (Becker, 2011).

 

Este abandono del mundo intelectual-artístico femenino, tiene su origen en los albores de nuestra historia republicana. En los salones del siglo XIX, el rol de la mujer se mantuvo en el margen de la entretención de eventos sociales. Esto trajo como consecuencia el tremendo desarrollo de intérpretes y compositoras, cuyas obras fueron apartadas a la categoría de “obras de segunda” que comprendía géneros entendidos como “ligeros” (Canción alemana, música de salón, entre otras). Aquellas compositoras que quisieron estrenar obras de mayor  categoría para la época, sufrieron el juicio social y el desprestigio de ser una mujer “pública”, ya que era mal visto que una mujer se alejara de las labores domésticas.

 

Es precisamente esta tradición patriarcal, la que produjo tanto desconocimiento por siglos en el estudio de la mujer artista.  Con la democratización paulatina de la información y el acceso a las universidades, este mundo femenino se encuentra con nuevas dificultades.

 

Por siglos, la mujer en tanto cuerpo fue vista como objeto de inspiración, y en esta condición, era impensable que el objeto retratado se transforme en ente creador más aún en una sociedad cuyo modelo fundacional se basa en la mujer madre, criadora y dueña de casa. Muchas han debido sortear el obstáculo del acoso sexual ante el deseo de querer aspirar a un puesto de mayor difusión, y esto es un pecado que no se ha confesado desde la vereda masculina dominante en el mundo intelectual-artístico. Solamente la musicología feminista nos ha otorgado la posibilidad de extraer explicaciones al porqué de esta situación vergonzosa en una expresión humana que es capaz de asumir un discurso político, como lo es la música.

 

Desde el punto de vista más popular, el juego de la industria discográfica no ha estado ajeno al problema, aún en una era que supone estar mucho más abierta a la difusión musical. En general, la industria entendida en la dinámica post-moderna levanta discursos machistas de manera mucho más estratégica. De esta forma, se levantan simulacros encarnados en una imagen comerciable de artista, que ahora es entendido como un ser del espectáculo. Las estéticas entonces, articulan una imagen que seduce mediante lo musical, y de esa forma, el discurso heteronormado y patriarcal se cuela entre las audiencias. Conocido es el caso del reggaetón. Sin embargo, el discurso machista es algo que no es exclusivo a géneros que explotan lo corporal y lo sexual, sino que se manifiesta de manera mucho menos evidente mediante la lírica y lo textual, dentro de otras formas musicales. En este sentido, es incorrecto señalar que existen formas musicales machistas según sus elementos técnicos. Pero si es correcto decir, que existen representantes e industrias que se apoderan de la poética musical para establecer discursos patriarcales y misóginos, mediante lo visual y lo audible.

 

Existe mucha presencia musical femenina en Chile, con variadas tradiciones. La tarea de los hombres es abrir espacios y des-hegemonizar el arte, partiendo por reconocer esta realidad histórica de privilegios de unos sobre otros. Nuestra tarea conjunta es diversificar y emancipar el arte de esta carga. La invitación es, desde nuestras realidades, a contribuir con la visibilización de la diversidad en la música. La música es una forma de comunicación, y en esta dimensión, es una vía de expresión de los cuerpos. Y aquello que sucede en el cuerpo, es político cuando entra en dinámicas sociales. Dicho de otra forma, lo personal (como la sexualidad y el género) tienen incidencias políticas y han sido desde siempre espacios en disputa por distintos actores sociales. Por ende, la música en tanto expresión, es una materialización de lo personal, y lo personal es político cuando se es víctima de un sistema jerárquico y dominante.

 

Sólo a modo de homenaje, pretendo nombrar mujeres importantes en la historia de nuestra música. Me disculpo de antemano si se ha pasado alguna por alto, pero es un intento de exaltar a estas mentes activas de nuestro arte.

 

En la tradición académica: Isidora Zegers, Carmela Mackenna, María Luisa Sepúlveda, Ema Ortiz, Marta Canales, Lucila Césped, Ida Vivado, Estela Cabezas, Leni Alexander, Sylvia Soublette, Iris Sangüesa, Cecilia Cordero, Eleonora Coloma, Diana Pey, Paola Lazo, Carmen Aguilera, Pina Harding, Gloria López, Carolina Holzapfel, Lidia Urrutia, Lily y Mercedes Pérez Freire, Scottie Scott, Laura Fuentes, Catalina Claro, Daniela Conejera, Karla Schüller; sumando al creciente número de estudiantes y egresadas de las carreras de composición en distintas universidades.

 

La interpretación musical, acoge figuras como: Elena Waiss, Edith Fischer, Flora Guerra, Elisa Alsina, Clara Luz Cárdenas, Herminia Raccagni, Patricia Castro, Margarita Herrera, Fernanda Ortega, Ruby Reid, Verónica Sierralta, Carmen Rojas, Rayén Quitral, Verónica Villarroel, Carmen Luisa Letelier, Cristina Gallardo Domas, Pilar Díaz, Marcela Holzapfel, Myriam Singer, Carmen Luisa Letelier, Catalina Bertucci, Carolina Ullrich, Carolina García, Jazmín Lemus, Alejandra Santa Cruz, Pamela González, Gina Allende, entre muchísimas otras.

 

En tradiciones de inspiración folklórica e investigación, tenemos el legado de Margot Loyola, Violeta Parra (Quién ha alcanzado renombre internacional gracias a la poética de su arte y de su imagen), Gabriela Pizarro, Rosa Cataldo, Blanca Tejeda, Petronila Orellana, Esther Martínez, Camila Bari, Derlinda Araya, Clara Solovera, María Ester Zamora.

 

En el mundo más actual, ligado a la trova y la nueva canción, están Magdalena Matthey, Francesca Ancarola, Elizabeth Morris, Isabel y Tita Parra, Carmen Prieto, Clarita Parra, Rosario Salas, Mariela y Cristina González, Charo Jofré, Tita Munita, Katty Fernández, Silvia Urbina, Capri, Isabel Aldunate, entre otras.

 

La oleada del nuevo S. XXI, nos trajo a Camila Moreno, Fabiola GonzálezLa Chinganera”, Pascuala Ilabaca, Rocío Peña, Evelyn Cornejo, Sabina Odone, Francisca Meza, el proyecto femenino Las Polleritas, Ana Tijoux, Camila Gallardo, Mon Laferte, Francisca Valenzuela, por mencionar algunas.

 

Grupos cuequeros como “Las Capitalinas” o “Las niñas”, o mujeres cantantes a lo largo de la historia de la música radial como el dúo Sonia y Myriam, Ester Soré, Palmenia Pizarro, Rosita Serrano, Malú Gatica, Alicia Quiroga, Carmen Cuevas, Cecilia La incomparable, Nadia Milton, Fresia Soto, Luz Eliana, Gloria Aguirre, Rita Góngora, Maggie o Mayita Campos, María Teresa, Gloria Benavides, Isabel Adams.

 

También en el mundo del rock y la psicodelia, el caso de Denise (Aguaturbia), Sol Domínguez, Cecilia Aguayo, María José Levine, Javiera Parra, Juanita Parra, Arlette Jequier, Nicole, Denisse Malebrán.

 

Durante los años 90, Colombina Parra, Rose Marie Vargas, Sara Ugarte, Evelyn Fuentes, Cathy Lean, Alejandra Araya, Carolina Soto Mayor, Ema Pinto, El duo Corrosivas, la banda Mamma Soul, Michelle Espinoza, Moyenei Valdés, Natalie Santibáñez, Nicole y Sol Aravena, Chimenne Cubillo, Caroline Chaspoul.

 

La invitación es a engrosar esta lista, de por sí creciente. A visibilizar y abrir espacios. A deconstruirnos como artistas y a des-aprender el canon impuesto.

 

 

 

Por: Cristian Fernández, 22 años.

(Compositor Musical).

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